sábado, 30 de julio de 2016

Gracias, Eduardo (Lágrimas en las piedras)

Una de esas cosas que nadie te enseña es a caminar y cuando decides tu propio camino sabes que los golpes te los darás solo y que quizás nadie te dará la mano para levantarte. Cuando decides tener principios y hacerte preguntas, cuando empiezas a hacérselas a otros, te das cuenta que las respuestas no aparecerán solas y que detrás de cada misterio hay alguien escondiendo algo. Un día entiendes que nadie hará nada por ti y mucho menos por el bien común, por el interés general, que las cosas para que sucedan requieren de alguien que se mueva en alguna dirección. Pero si te mueves en la dirección contraria al viento seguro te despeinarás, si quieres romper muros a cabezazos cabe la posibilidad de que los escombros te aplasten. Caminar contra corriente supone ir contra intereses preestablecidos y normas no escritas, contra el confort de unos y contra intereses ocultos de otros. No puedes esperar que nadie te de las gracias por cambiar las cosas que nadie quiere cambiar, hay demasiada gente viviendo del sistema, por malo que sea el sistema.

Si un día consigues hacer lo que nadie ha hecho, porque nadie quería hacerlo y porque era muy cómodo no hacerlo, lo más que vas a conseguir es una palmadita en la espalda, una sonrisa falsa o un apretón de manos que no te transmita ninguna sinceridad. La paz del deber cumplido es algo que no se puede explicar con palabras, es eso que llaman "nirvana" en algunas religiones y tras lo que algunos han decidido pasar a una nueva dimensión (o morirse), pues después de conseguir lo que tantos te dijeron que no ibas a lograr "ni en tus mejores sueños", lo único que un cuerpo humano te pide es descansar.

El domingo 30 de julio de 2006, víspera de un lunes en el que acudiría con toda la tranquilidad del mundo y muy bien acompañado a dar la más importante rueda de prensa de toda mi vida, era uno de esos domingos en que no tienes ganas ni de comer, con casi treinta grados por la mañana que llegarían muy cerca de los cuarenta oficiales, al menos cinco grados más (no oficiales) en el casco histórico de Toledo. Cuando empezaron a sonar los teléfonos no podía imaginar que este domingo me cambiaría tanto la manera de ver las cosas, que había personas tan extraordinarias que podían hacer llorar tanto a alguien presuntamente tan duro como yo, quizás era la primera vez en mi vida que alguien me daba las gracias por algo y además "en nombre de Toledo". Nadie te prepara para recibir de el agradecimiento por nada, uno tiene que hacer siempre en la vida lo que debe. Desde ese domingo 30 de julio hasta el 13 de septiembre no iba a parar de hacer entrevistas, cinco o seis diarias, con medios nacionales e internacionales. En 44 días mi pelo negro se tornaría blanco y la debilidad se hacía patente en mi cara, con muchos kilos menos de los que reflejaba la foto que ese domingo 30 de junio me haría Luis Magán, en Vega Baja y con un sol de justicia.

Han pasado diez años y he aprendido mucho más en este tiempo que en el resto de mi vida. La sabiduría que he conseguido amasar es mi tesoro, pero el duro camino recorrido es lo único que marcará mis pasos y mis decisiones, para seguir defendiendo las mismas ideas y principios.
Justo López, ayer en Toledo (30 de julio de 2006) / LUIS MAGÁN

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